En Argentina se observó un aumento de la temperatura media de alrededor de 0,5°C, con máximos mayores a 1°C, entre 1960-2010. Estos datos son reflejados por la Tercera Comunicación Nacional a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (SAyDS, 2015). El gráfico conocido como “warming stripe” (ver imágen) es una representación visual de esto ya que refleja el cambio de temperatura medido en los últimos 100 años. Cada franja o barra representa la temperatura promediada durante un año.
El cambio climático hace referencia a una variación significativa y persistente del estado del clima identificable en las variaciones del valor medio de la temperatura, las lluvias o incluso la velocidad del viento que persiste durante períodos prolongados, generalmente décadas. Sin dudas que en la historia de la tierra han existido distintos períodos en los que el clima ha cambiado de manera natural. La glaciación ha sido un ejemplo de esto. Pero, ¿Qué tiene de particular el proceso de cambio climático actual? Primero, la velocidad con la que ocurren los cambios. Segundo, que son las acciones humanas las responsables de la intensidad que tienen los cambios. Y tercero, que las amenazas asociadas son realmente peligrosas en cuanto traen grandes riesgos para la seguridad y la calidad de vida.
La transición de la tonalidad azul, es decir por debajo del promedio, hacia las tonalidades rojas rojas constituye una gran amenaza que suma a que Argentina es un territorio particularmente vulnerable a los efectos adversos del cambio climático. Nuestro territorio posee zonas costeras bajas; zonas áridas y semiáridas; zonas con cobertura forestal y zonas expuestas al deterioro forestal; zonas propensas a los desastres; zonas expuestas a la sequía y desertificación; y zonas de ecosistemas frágiles, incluidos ecosistemas montañosos.
La Dra. Inés Camilloni y su equipo han observado cambios en el este y en el norte del país respecto a la frecuencia de temperaturas extremas, menores heladas y mayor frecuencia de las olas de calor. A su vez, la cantidad de días al año con olas de calor se duplicó entre 1960 y 2010, y se observó un aumento considerable respecto del número de días con olas de calor, en particular en las regiones próximas a la ciudad de Buenos Aires.
En el centro-este de Argentina, la precipitación anual aumentó entre el 10 y 40% entre 1961 y 2016, con los mayores incrementos en el centro de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos y en Misiones. Según Camilloni, estas mayores precipitaciones dieron lugar al corrimiento de la frontera agropecuaria incorporando miles de hectáreas a usos agrícolas en La Pampa, San Luis, Córdoba, Chaco y Santiago del Estero.
Por el contrario, en las regiones cordilleranas de Cuyo y Comahue, los caudales de los ríos más importantes muestran una tendencia negativa. Por ejemplo, los ríos San Juan, Atuel, Negro, Limay, Neuquén y Colorado muestran una reducción en sus caudales anuales a partir de la década del ’80 que en algunos casos alcanza al 30%. Hubo además un cambio hacia precipitaciones intensas más frecuentes en gran parte del país, lo que se tradujo en más frecuentes inundaciones ocasionadas por una inapropiada ocupación y uso del espacio que generó zonas con alta exposición y por la inadecuación de las obras hídricas que fueron planificadas para condiciones climáticas que ya no están vigentes.
Cabe entonces ahora continuar trabajando en dos aspectos claves. Por un lado, la mitigación de GEI, a partir de la transición energética y el control de los incendios forestales. Y por otro adaptarnos, porque el cambio climático es una realidad y sus impactos ya están afectando -y lo continuará haciendo- en gran parte de nuestro territorio.
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